21 de Agosto: San Pío X

El 21 de agosto la Iglesia celebra a este gran santo que, desde su lugar de sucesor de San Pedro, restauro en la Iglesia todas las cosas con gran sencillez de corazón, pobreza espiritual y fortaleza.

San Pío X se destacó por el gran combate que ejerció sobre las herejías de la época y por acercar a los fieles al sacramento de la Eucaristía.

Con el fin de dar a conocer un poco mas al respecto de la vida de este Papa Santo compartimos con ustedes algunos fragmentos del libro titulado: «La llama ardiente» (Wilhelm Hünermann)

El combate contra el modernismo

El 8 de septiembre de 1907 la encíclica Pascendi condenaba, de la manera más radical, las herejías de la época y daba al modernismo el golpe de gracia en el seno de la Iglesia católica. Sesenta y cinco sentencias condeno el Papa, prohibiendo bajo pena de excomunión su enseñanza y difusión.

El modernismo recibió realmente de Pío X el golpe de gracia.

Un especialísimo deseo de su corazón, que durante tantos años excitó a Pío X, fue la reforma de la música eclesiástica. La casa de Dios y la celebración de los santos Misterios eran algo demasiado sagrado para ser profanado con manifestaciones profanas y teatrales. Así pues, publicó el Motu Proprio, en el que ordenaba que la música litúrgica y sobre todo el canto gregoriano, volvieran a ser cuidados, restituyéndoles su antigua belleza y dignidad.

“Entre las tareas del oficio pastoral”, escribía el Sumo Pontífice, “ocupa sin duda un lugar preeminente la de guardar y fomentar la dignidad de la casa de Dios, en la que han de celebrarse los Sagrados Misterios de nuestra santa religión. Por tanto, en la casa de Dios no debe permitirse que perturbe la devoción, ni siquiera que la disminuya; nada que hiera la dignidad y la elevación de los Sagrados Ritos”.

Así pues, fijó las normas que regularían la música eclesiástica en los Oficios Divinos y que pondrían fin a los abusos.

El Papa de la Eucaristía

Fatigado y atormentado por la gota, se dirigió el Papa a su capilla privada y postrado ante el Tabernáculo, permaneció largo rato en íntima y fervorosa oración.

El fuego de la Eucaristía tenía que inflamar la llama del amor en todos los países en todas las cosas y en todos los corazones.

Hacía ya cinco años que el Papa había recomendado la Comunión frecuente; es más, hasta exhortó a sus hijos que se acercaran diariamente a la mesa del Señor para alimentarse con el Pan de los Fuertes.

“Dime, Señor, que debo hacer” – Suplicaba el Papa una y otra vez n las manos levantadas.

“Dame una señal, Señor, dime qué tengo que hacer”.

Cuando el Papa regreso a su cuarto de trabajo le fue anunciada la visita de una dama inglesa, la cual entró poco después acompañada de un muchachito de cuatro años. Mientras el Santo Padre hablaba con la madre, se le acercó el pequeño confiadamente y le puso las manos sobre las rodillas.

  • ¡Pero, John! – le llamó la dama, escandalizada.
  • Déjele usted – sonrió Pío -. El Salvador dijo una vez: Dejad que los niños se acerquen a Mí, y no se lo impidáis. Tú tienes algo que te oprime el corazón John. Lo veo en tu cara.
  • ¿Cuándo puedo recibir la Primera Comunión? – preguntó el muchacho dejando escapar su secreto.

Pío X cerró los ojos por un momento.

Sí, sí, ésta era la señal, que tan fervorosamente pedía en sus oraciones. Tenía que conducir los niños al Salvador antes de que las sombras del pecado pudieran oscurecer sus almas. ¿No acaba de repetir lo mismo que las palabras del Señor: Dejad que los niños vengan a Mí, y no se lo impidáis? Los niños de todo el mundo le ayudarían a orar cuando tuvieran al Salvador en su corazón.

  • ¿Duermes Papa? – pregunto el niño, extrañado.
  • No, John, no duermo. Ahora ya no – respondió el Papa, mirando al pequeño con sus ojos azules como el mar.
  • ¡Qué hermosos ojos tienes! – dijo el pequeño inglés -. Pero, ¿No has oído lo que te he preguntado?

El ayudante de cámara, que asistía a la audiencia, hizo ademán de retirar al chiquillo y reducirlo al silencio.

  • Dejadlo – le dio a entender el Papa con un guiño. Luego, volviéndose de nuevo al muchacho, le preguntó amorosamente:
  • ¿A quién recibes en la Sagrada Comunión?
  • A Jesucristo.
  • ¿Y quién es Jesucristo?
  • Jesucristo es el Hijo de Dios.

Levantóse el Papa y dijo a la madre:

  • Mañana, por la mañana, a las seis en punto, tráigame aquí al niño. Yo mismo quiero darle la sagrada comunión en mi capilla privada. No debes esperar ni un solo día más, hijo mío.
  • Gracias, Papa – dijo el pequeño radiante

Y sintiéndose feliz, salió con su madre del aposento.

El 8 de agosto de 1910, apareció el decreto del Papa Quam singulare Christus amore, que mandaba a todos los sacerdotes del mundo para que dejaran acercarse a la mesa del Señor a todos los niños, tan pronto como estuvieren en condiciones de discernir la Sagrada Comunión del pan ordinario

 

Tres eran las virtudes que caracterizaban a este Sumo Pontífice: Pobreza, humildad y bondad. Todas ellas resumidas en una frase que a San Pío le gustaba mucho «Yo soy un pobre hombre y Jesucristo lo es todo».

 

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